La Casa De Los Sueños II -- (Un Tenebroso Inicio)

PARTE II -- UN TENEBROSO INICIO.

Y si tal vez aquella visita fue una despedida... Y si tal vez nunca más la volvemos a ver. Son ideas que rondan nuestras cabezas, tal vez la perdimos para siempre, algunos hemos llorado, porque tal vez ella se fue para siempre.

Una tarde, mientras nos mecíamos al arrullo del viento, y tratábamos de no olvidarle, sentimos algo extraño en la puerta, eran extrañas pisadas, eran bruscas y frías, definitivamente no eran humanos, eran cuatro; volteamos nuestros ojos y con espanto vimos un vehículo de esos que vemos pasar todos los días, era pequeño y blanco, estaba ahí detenido frente a nosotros, nos miraba con sus grandes lámparas, pero no hacia ni decía nada. Estábamos aterrados, el silencio era absoluto, y comenzamos a pensar lo peor, tal vez habían llegado los hombres de las moles de cemento.

Después de un rato una de las puertas se abrió y salió una mujer, era alta y esbelta, era hermosa, pero sin lugar a dudas no era nuestra niña. Nos exaltamos y un viento frío recorrió nuestras hojas cuando vimos que ella tenía un aparato en su oído y hablaba como loca... esperamos horrorizados en silencio mientras ella hablaba, trabamos de entender cada palabra que decía pero eran absolutamente incomprensibles para nosotros; caminaba de un lado para otro como si estuviera impaciente y a cada pisada sus zapatos nos lastimaban, pues se enterraban en nuestra grama. Luego de un momento llego de la nada un vehículo más pequeño, esos que llaman motos y que van a toda velocidad por la carretera, que son casi imperceptibles, solo por su estruendoso ruido. En ella venían dos personas, primero descendió alguien pequeño, usando un gran artefacto en la cabeza, y le hizo un simpático gesto a la mujer que aun hablaba por el aparato en su oído, luego se apagó el ruido de la moto, y descendió la otra persona, era un hombre de contextura gruesa, su piel era blanca como la luna, en un instante, se quitó el extraño objeto en su cabeza, y al ver su rostro descubrimos que era un hombre joven, de un rostro serio, pero de rasgos suaves, su cabello y ojos eran negros como el cielo en la noche; el miraba sonriendo a la persona pequeña, se acercó a ella y le ayudo a quitarse el extraño artefacto de la cabeza... Era ella... Era nuestra niña que había regresado y que sonreía, tiernamente con aquel hombre, se quitó algo de su ropa y confirmamos que era ella, se acercó a la mujer alta que ya había parado de hablar, se saludaron, caminaron hasta el vehículo. La mujer alta se cambió los zapatos y fue un gran alivio, ya no nos chuzaba.

Los tres caminaron hacia la reja, nuestra  niña nos miraba con ilusión, como si quisiera quedarse con nosotros, ella mantenía su mirada fija en nosotros y comenzó una conversación entre ellos que no pudimos entender. Nuestra niña asentía con firmeza con su cabeza y la mujer esbelta parecía que la hiciera dudar, y el hombre miraba a nuestra niña, él la apoyaba y sus ojos reflejaban cierto sentimiento que nosotros no entendíamos pero que hemos visto, ese sentimiento no lo conocemos nosotros. Luego de un rato y una larga conversación, la mujer esbelta regreso al vehículo blanco, se sentó con la puerta abierta y sus pies permanecían en nuestra grama. El hombre abrazo a nuestra niña con mucho cariño y se recostaron sobre la reja, el beso su pequeña cabeza y ella la inclino sobre el pecho de él, no entendíamos lo que él le decía pero una frase si entendimos de los labios de nuestra pequeña: "es que yo amo este lugar" Y eso fue melodía para nuestros oídos, nos mecimos al arrullo de esas palabras.

Cuando menos pensamos la mujer había regresado tenía en sus manos varios papeles, hablaba de nuevo como una loca por su aparato, nuestra niña recibió los papeles, los miro y su mirada se tornó triste... el hombre a su lado la abrazo y le beso la cabeza y de un momento a otro la mujer empezó a hablarle, ella asentía con la cabeza y miraba los papeles, después de un rato la mujer se agacho y fue por otro aparato a su vehículo, teníamos la esperanza de que nuestra niña nos cuidaría, pero poco a poco el miedo se apoderaba de nosotros, pues la mujer parecía ser parte de esos hombres de la moles. Entonces todos se sentaron en el piso y pusieron los papeles en la grama, el hombre le ayudaba a la mujer y trataba de mantener animada a nuestra niña. Luego de un largo rato la mujer escribió y señalo un par de cosas es sus papeles y se despidió, recogió todo y como un fantasma solo desapareció, con todo y su vehículo.

Y ahí estaban, nuestra niña y el hombre, a decir verdad él también parecía un niño, no nos habíamos percatado que él también tenía papeles en sus manos; por un instante él se alejó de nuestra niña, ella tenía la mirada fija en nosotros, pero estaba muy muy pensativa, casi triste. Cuando él regreso traía consigo un morral y una bolsa, se acercó a la reja, le dijo algo a nuestra niña, ella lo miro y sonrió, le recibió el morral y la bolsa. Él era mucho más ágil que ella, así que de un solo brinco salto la reja, nuestra niña le paso las cosas que tenía en la mano y se dispuso a pasar la reja, puso sus pequeños pies sobre la reja e impulso su cuerpo sobre la misma, se sentó en el borde y sin soltar sus manos comenzó a pasar sus pies, y cuando se disponía a saltar, el hombre la tomo por la cintura, para ayudarla a bajar... ella se asustó y su cuerpo se contrajo y se cayó, sobre él, y él no soporto el peso y se fueron al piso juntos, pensamos que se habían lastimado pero en un instante sus rostros estaban sonriendo y se miraban, él la beso en la frente y la abrazo, como si caerse fuera divertido, porque cuando nosotros caemos, Morimos.

Con lentitud ella giro su cuerpo y sentó al lado del cuerpo de él y se sonreía, él tomaba su mano y la miraba, ella comenzó a recoger las cosas y mientras él se ponía en pie, él se cargó el bolso en la espalda y ella sujeto la bolsa y su pequeña mochila, se tomaron de la mano y comenzaron a caminar en medio de nosotros. Ella sabía de aquel lugar y temimos que lo llevara allí, nosotros habíamos confiado en ella, ese era nuestro santuario y nadie podía saber su ubicación porque temíamos que alguien lo destruyera, pero poco a poco mientras caminaban ellos fueron desviándose del camino, nos sentimos aliviados, porque sabíamos que podíamos confiar en ella.

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