Amor de Fuego



¿Y quien era yo para confesarle mi amor a una doncella de la nobleza?




Ella entro en el taller de mi familia, acompañada de un hombre, mi padre los atendió; pero no pude evitar mirarla, y antes de cometer una imprudencia desaparecí, hacia la bodega del taller. Pero solo con verla un instante pude notar que era muy joven, tal vez un año o dos menos que yo, de estatura mediana y contextura delgada, con un rostro delicado y hermoso, tenía el cabello ondulado y de un color ocre claro que caía por su espalda en delicadas ondas, cubría su hermoso rostro con un velo que se desprendía de un sombrero que llevaba sobre su cabeza, sonría con timidez, y sus modales eran impecables al acercarse al mostrador, tenía un vestido de un tono gris claro y de corte sencillo, que cubría todo su cuerpo hasta los pies, pero se podía distinguir la silueta de su hermoso cuerpo. En un instante salieron, luego de cruzar un par de palabras con mi padre y yo la mire irse por entre los vidrios de las ventanas.

Respiraba de forma extraña según mi padre, quien llamo mi atención de un golpe, pensé que me molestaría por el resto de la tarde hasta llegar a casa. Al contrario, él me miraba y se sonreía, pero mientras trabajábamos, él se paro y se acerco a mi mesa y puso sobre ella el pedido de el hombre que acompañaba a la hermosa chica, yo me quede sorprendido y en silencio, él se volvió a sentar y antes de empezar a trabajar me dijo: - "es un pedido especial." En realidad era un pedido muy especial, pero algo particular, unas argollas de boda y en ese instante todo quedo claro para mi, entendí la serenidad de mi padre y él sin decir nada me mostró lo que era la realidad, aunque fuera incomoda para mi. No me iba de devanar la cabeza con eso, ella era un chica de la nobleza y yo solo un chico común.



Mi hermana y sus impertinencias. Como era costumbre yo la acompañaba en las compras de casa y otras banalidades de mujer que ella hacia. De camino al mercado se detuvo con una conocida que le hablo de la familia noble que había llegado a la cuidad, no preste atención y ella al ver mi cara de impaciencia se apresuro a cortar la conversación, para no hacerme esperar mucho, antes de entrar en el mercado siempre hacia una pequeña oración, aunque eso me exasperara, pues tenía que soportar la mirada de las viejas (señoras) chismosas que se mantenían en la puerta de la iglesia como si eso fuera orar. Esta vez le dije que no la esperaría en la puerta de la iglesia, que me adelantaría a mirar un par de cosas que me interesaban. Cruce la calle y camine hacia una vitrina, me distraje mirando que mi hermana entrara a la Iglesia (Mi padre siempre me ha dicho que la cuide de todo hombre mal intencionado), caminaba mirando al otro lado de la calle y no me percate de nada, solo de golpe un cuerpo choco contra mi, y varias cosas cayeron al piso.

Me apresure, a recoger las cosas que estaban en el piso si fijarme en quien estaba frente a mi, pero mientras lo hacia vi unos hermosos zapatos negros de dama, y unas manos delicadas, cubiertas por unos impecables guantes blancos que se apresuraban a recoger cuidadosamente parte de las cosas que mi impertinencia había hecho caer al piso, con rapidez levante las cosas del piso y extendí mis brazos para entregarlas a su dueña, y cuando mire su rostro, este estaba completamente sonrojado por la vergüenza, me apresure a disculparme y ella hizo lo mismo, tomo todas las cosas con rapidez, las acerco a su pecho, inclino su cabeza, y con rapidez se despidió disculpándose, paso por mi lado y salió corriendo hasta doblar la esquina... Y esa fue la primera vez que nuestros caminos se cruzaron, una chica muy joven, tan hermosa como un ángel, si se me permite el atrevimiento de la comparación con una criatura celestial.

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