EL CIELO... EN EL INFIERNO 2

Paul se apresuró a tomar el cuerpo de su amiga, se arrodillo junto a él, le quito la manta que lo cubría, y lo giro, para comprobar su estado, Annemarie estaba bien, respiraba con normalidad y estaba profundamente dormida, los demás jóvenes estaban parados inmóviles al rededor del cuerpo, perplejos, nadie tenía una explicación para lo que sea que había sucedido.

El Sacerdote se acercó y observaba detenidamente a Annemarie, primero inspecciono su rostro y sus manos, y luego la giro y miro su espalda y piernas, pero no había nada extraño en ella, por el contrario ella estaba bien, solo instintivamente tomo la manta con sus manos y giro su cuerpo para acurrucarse en el regazo de Paul. Luego de un instante el Sacerdote se incorporó, y comenzó a ordenar:
- Vayan todos a dormir ahora mismo, ubíquense más cerca del altar, las mujeres a la derecha y los hombres a la izquierda, se van a turnar por horas para velarse los unos a los otros hasta que amanezca.
Derek interrumpió:
- ¿y Annemarie?
- Espera un momento, a ella la llevaremos a otro lugar. - Respondió el Sacerdote y desapareció por una de las puertas traseras del lugar.
Paul arropaba a Annemarie y la acariciaba con ternura, y Derek permanecía en pie al lado de ellos.
- ¿Qué haremos?- pregunto Paul.
- Esperar - dijo Derek
- No podemos esperar, ella necesita ayuda y ellos no podrán ayudarla, tal vez no lo entiendan,
- Ellos saben más que nosotros sobre esto.
- Ellos la lastimaran, ¡la mataran, o la dejaran morir!

Entonces Paul se quedó en silencio y detrás de Derek aparecieron de pie y en silencio, como dos espectros, el Sacerdote y otro hombre, el sacerdote señalo a Annmarie y el otro hombre que era más joven, mucho más alto y delgado que el sacerdote, se acercó a Paul, tomo la manta con delicadeza y arropo a Annmarie y sin menos pensarlo la levanto del suelo y camino con ella. Cuando había avanzado un par de pasos giró un poco su cabeza y dirigiéndose a Paul y Derek les dijo:
- Vamos
El Sacerdote les hizo señas con la mano y el rosto para que acompañaran al hombre. Paul se incorporó y mientas lo hacía miro a Derek quien ya había volteado y caminaba tras del hombre.

Llegaron a una habitación un tanto pequeña, solo había una cama, un sillón, una silla, una pequeña mesa de noche y el único adorno era una crucifijo que colgaba de la blanca pared, era literalmente una fría habitación de hospital, con la diferencia que este no era un hospital. El hombre puso el cuerpo de Annemarie sobre la cama, ella rezongo ante el frío, pero sin despertar se acurruco en medio de la cama, parecía una gatito pequeño que se acurruca para dormir en medio del desolador frío de la noche y cuando Paul y Derek llegaban presurosos a la habitación, el hombre salía corriendo por el pasillo en dirección opuesta al lugar de donde habían llegado.

Paul se acercó a la cama y miraba enternecido a Annemarie, y rápidamente su mirada se vio matizada por la tristeza. Derek permanecía de pie en la puerta, su rostro no mostraba ninguna expresión, Paul lo miro y con voz de reproche le dijo:
- ¡Es que no piensas hacer nada!
- No tengo nada que hacer - respondió con la mirada fija en Annemarie y el gesto frío
- ¿La vas a abandonar?
- ¡No la abandonaré!, pero no hay nada que pueda hacer.
La impotencia y la ira brotaban por los ojos de Paul ante las secas e insensibles respuestas de Derek

Luego de un instante, cuando el silencio se apodero de la habitación, unos pasos se escucharon en el corredor y se hacían  cada vez más cercanos, Paul permanecía de pie junto a la cama y Derek se había sentado en el sillón y permanecía con los brazos cruzados y los ojos cerrados, sumido en el más profundo pensamiento, cuando en la puerta apareció el hombre joven que había cargado el cuerpo de Annemarie hasta la habitación, estaba vestido como un seminarista, con una alba completamente blanca, Paul lo miro como si lo reconociera, pero sin poder recordarlo. El hombre se aproximó a Annmarie y le tomo la mano, inspecciono su ritmo cardíaco, su temperatura, acomodo el cuerpo en la cama, y saco un pequeño cofre de su bolsillo, dentro de le había un pequeño trozo de algodón, lo extendió sobre la frente de Annemarie, y dijo unas palabras, en voz baja pero entendibles:
- "Bajo tu amparo nos acogemos, oh, Madre de Dios. No desprecies nuestras peticiones en tiempos de angustia, sino rescátanos del peligro; tú, la única pura; tú, la única bendita." (Oración Mariana más antigua.)

Y en medio de la oración Annemarie abrió sus ojos con delicadeza, miro al seminarista, le sonrío y volvió a dormirse. Al terminar la oración el Seminarista hizo la señal de la cruz sobre el cuerpo de Annemarie, la abrigo bien con la manta y se sentó en el sillón al lado de Derek, Paul permanecía en silencio observando todo lo que sucedía y fue a sentarse en la silla ubicada a los pues de la cama, observo a Annemarie que se quedó profundamente dormida, Derek comenzaba a dormitar y el Seminarista se santiguo y comenzó a murmurar una interminable sucesión de oraciones y pronto Paul comenzó a dormirse al arrullo de las murmuraciones del Seminarista, y así transcurrió la noche para los cuatro, sin más percances ni interrupciones.

Annemarie, se despertó primero que todos, pues el Seminarista también se había quedado dormido en medio de su interminables oraciones, ella se bajó de cama con delicadeza y tuvo que dar un pequeño salto pues sus piernas no alcanzaban el piso, tomo su manta y se cubrió por completo, salió de la habitación y camino sigilosa por el pasillo, y llego a la puerta verde gigantesca que daba al lugar donde estaban los demás chicos, empujo e intento abrirla pero fue inútil, dio media vuelta e inspecciono con su mirada todo a su alrededor, pero no había nada, regreso a la habitación cruzo la puerta y todos aún estaban dormidos, intento subirse nuevamente a la cama y cuando intentaba hacerlo una voz le hablo desde la puerta:
-Buenos días. ¿Para dónde vas?

Annemarie se sorprendió, y bajo de inmediato el pie que tenía en la cama y se giró para ver quien le hablaba.
Era el Sacerdote que estaba de pie en la puerta, la miraba con una extraña sonrisa y el gesto torcido, ella le sonrío sin modular una sola palabra, y en un instante el Sacerdote miro a su alrededor, todos los demás aún estaban dormidos, entonces respiro profundo, corrió un poco su voz y con el tono aún más alto dijo:
-¡Buenos días!
Todos abrieron los ojos de golpe y respondieron al saludo con la voz aun entredormida. Entonces el seminarista se puso en pie, y sin menos pensarlo respondió a una pregunta invisible hecha por la mirada del Sacerdote:
- La noche estuvo tranquila, no hay ninguna novedad. - e inclino la cabeza como si esperará un regaño
-Gracias Dimitri, retírese por favor.
Entonces el seminarista cruzo con rapidez la habitación y desapareció por la puerta solo dejando una ráfaga de viento tras de sí.

Todos miraban al Sacerdote esperando que comenzará alguna especie de regaño, pero lo que menos esperaban era un interrogatorio...
- ¿Alguno de ustedes puede explicarme que fue lo que paso anoche?
Annemarie abrió los ojos como platos y se sorprendió tanto por la pregunta que su cara de sorpresa logro desencajar a Paul, quien de inmediato corrió al lado de ella, la abrazo y le ayudo a subirla a la cama, y mientras lo hacia respondió:
- No lo sabemos.
- ¿Respondes por todos o solo por ti?
Y mientras Annemarie se acomodaba en la cama respondía:
- No sé lo que paso, yo solo desperté aquí y fui a buscar a los otros chicos pero no los encontré.
El Sacerdote la miraba como si le reprochara algo.

Por su parte Derek solo permanecía en silencio sentado en el sillón, con la mirada perdida en el piso, hasta que el Sacerdote interrumpió sus cavilaciones con una cruda pregunta:
-¿Y usted no tiene nada que decir? ¿No tiene nada que explicar?
Por algunos segundos el silencio reino en aquella habitación, hasta que Derek se sintió intimidado por el sacerdote y sin más ni más comenzó a contar todo lo que había sucedido la noche anterior y lo contaba todo con lujo de detalles, él lo había presenciado todo desde el inicio y por extraño que pareciera recordaba todo, y mientas las palabras salían de su boca como un grifo abierto Annemarie se abrazaba con fuerza a Paul y en medio de su relato rompió en llanto horrorizada de lo escuchaba decir a Derek.

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